Con la etiqueta de «trastorno depresivo mayor resistente al tratamiento» se les diagnostica a las personas que no tienen ninguna «mejoría» con tratamiento oficial de drogas «antidepresivas» como los medicamentos tricíclicos o los ISRS (inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina). Es decir, se le estigmatiza a la persona como un «bicho raro» que no responde a nada de lo que supuestamente funciona en vez de cuestionar el tratamiento y el modelo de abordaje y etiología clínico dominante.
Según las estadísticas casi la mitad de las personas que manifiestan experimentar depresión terminan recibiendo esta etiqueta y la otra mitad solo manifiesta tener un amortiguamiento de los síntomas pero no una auténtica liberación de ellos.
Esto se debe a la hipótesis falsa aceptada oficialmente de que la causa de la depresión es puramente o principalmente biológica y que se debe a un desequilibrio de niveles bajos del neurotransmisor serotonina en el cerebro. Sin embargo los metanalisis de la doctora y psiquiatra Joanna Moncrieff demostraron la invalidez y falsedad de esta teoría pretenciosa desde la cual se diseñaron unos fármacos llamados inhibidores «selectivos» que no seleccionan ninguna zona en la que recaptar serotonina y que más bien funcionan colapsando el sistema nervioso afectando desordenadamente a multitud de zonas del cerebro generando un estancamiento como cuando uno pisa el pedal del acelerador y del freno a la vez. Estos medicamentos han sido desde la campaña mediática comercial del Prozac ( fluoxetina) la opción favorita de los psiquiatras del mundo entero para paliar los «cuadros depresivos». Se ha farmacologizado por completo y recetado de forma masiva estos paliativos tratándose a las personas que manifiestan estos «síntomas» como enfermos disfuncionales a los que recetar una pildora que les permita introducirse de nuevo en el engranaje del sistema. Y no me refiero solo al sistema externo sino al sistema interno que es el que verdaderamente genera la depresión. Un sistema de pensamiento basado en la autoexigencia, la desconfianza, el miedo, la indiginidad y la culpa del que no se puede salir adormeciéndose y aplacando los síntomas colaterales de estar hipnotizados en esa rueda psicológica de autotortura. La depresión es un síntoma de la obediencia y credibilidad que se le da a ese sistema de pensamiento , por eso se llama de-presión, porque ocurre cuando ya no se aguanta más la autopresión insufrible de tratar de forzarnos a ser algo que no somos, no es una anomalía a patologizarse, es un aviso como la luz roja que indica que falta gasolina, la solución no es apagar la luz sino poner gasolina, en nuestro caso, como humanos, el combustible del alma y también en parte del cuerpo es el amor, con toda su visión de las cosas, su suavidad, su liberación y su paz.
La salida de ese sistema de pensamiento psicológicamente infernal es comprendiendo su disfuncionalidad que no está en sintonía con nuestra función esencial en este universo para la cual existimos y que no es otra que amar y ser amados, y sobre todo recibirlo desde adentro y desde afuera porque así de manera natural se comparte como cuando el árbol rebosa frutas porque está abierto a recibir el sol, el agua, el aire y da como consecuencia natural sus regalos, su sombra de amor, su oxígeno de vida…
Para este descubrimiento de nuestra naturaleza originaria, orgánicamente espiritual, enteogénica, divina, mística y a la vez simple existen medicinas naturales que nos permiten expandir nuestra consciencia de los que somos y ver lo que no somos, como ese sistema de pensamiento. Algunas de ellas son la ayahuasca, el bufo alvarius, las setas psilocibes, el peyote que han sido llamadas enteógenos.
El «renacimiento psicodélico» que estamos viviendo ha traído un redescubrimiento de todas ellas, incluidas algunas semipsicodélicas como la ketamina de la cual se ha extraído la esketamina y comercializado con el nombre de sparvato en forma de spray nasal y que se aprobó ayer en España para ser usado en la salud pública en casos de «depresión resistente al tratamiento», ello ha sorprendido a muchos psiquiatras que eran «resistentes a cambiar el tratamiento» de sus «pacientes» y que ahora se están abriendo un poco a nuevas fórmulas como esta que ha supuesto una minirevolución debido a que no salía un fármaco con un mecanismo que ayudara a frenar el desenfreno suicida en menos de 24 horas, ya que supuestamente los antidepresivos que vienen usando empiezan a anestesiar emocionalmente a la persona a partir de las tres semanas de consumo.
Sin embargo van a implementar la esketamina en combinación con ISRS dada su resistencia al cambio de tratamiento que sigue postergando aprobaciones de tratamientos con uso asistido de psicodélicos que ya han demostrado su eficacia. De hecho el sparvato se ha medicalizado y reducido el cambio perceptivo disociativo propio de la ketamina negando el valor terapéutico del mismo y así están tratando de hacer con la creación de nuevos medicamentos «psicodélicos sin experiencia psicodélica» haciendo caso omiso de los testimonios de las personas que dicen que la experiencia mística psicodélica fue un factor principal de su liberación, como lo son también la conexión con el grupo y el apoyo de integración con facilitadores experimentados.
La vieja psiquiatría está enferma y está naciendo una nueva visión del apoyo a los seres humanos que incluye la psiquiatría pero que no se deja ni puede contener exclusivamente por ella. Que el cadáver de lo viejo no asfixie los retoños del oxígeno nuevo.
La salud mental no puede convertirse en un taller mecánico para una reparación puntual sino que ha de ser un lugar catalizador de liberación donde se acompaña con amor , comprensión y excelencia a las personas.